¿Qué sucede cuando una madre recibe la
noticia de que su hija ha sido agredida y muere? Sin duda inicia un dolor
intenso y permanente, que no tendrá alivio en el resto de la vida. Por medio de
su diario, la maestra Ester Hernández Palacios nos va entregando postales que
describen su vivir a partir del momento en que recibe el aviso de la agresión a
su hija y luego su muerte.
La vida trascurría tranquila en la capital
veracruzana. Ya se percibía en el ambiente la violencia criminal que azota
varias regiones de México. La noche del 8 de junio de 2010 todo cambió. El hito
fue el aviso que la autora recibió por el teléfono. Su hija estaba herida. Al
llegar al hospital a tratar de verla, se enteró que había muerto.
Con una magistral pluma, Ester Hernández Palacios
va describiendo su vivir a partir de esa noche que le trasformó la vida. La
universidad, los estudios, los postgrados, todo el conocimiento es muy poco
para hacer frente al dolor de la pérdida de su hija. Sus familiares y amigos la
reconfortan. La sociedad se indigna y sale a la calle. Hay una exigencia de
justicia. Y la justicia no llega.
Pasan los días y las semanas. Van pasando
los meses. Y pasarán los años. El dolor sigue allí. Nada lo aliviará.
Conocí a la maestra Hernández Palacios
-Doctora en Letras Modernas y académica de la
Universidad Veracruzana- al recibir una clase de su parte: El movimiento
estridentista en las letras. Su amplio conocimiento de la literatura y en
particular del tema hizo amena la clase. Y pasaron algunos años.
Junto con centenas de xalapeños, acompañé a
los familiares de la maestra en la exigencia de justicia. Al inicio de una
marcha del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, saludé a la maestra.
Le mostré nuestra solidaridad. Escuchó en silencio y dijo: se lo agradezco. Y
marchamos portando la gran manta con la leyenda: ¡Justicia para tod@s!
No conocí a la hija de la maestra Hernández
Palacios. Conocí a una niña que al paso de pocos años fue compañera de escuela de
mi hijo menor. El año pasado, al poco tiempo de mudarnos de Xalapa supimos de
su muerte trágica, la asesinaron. Hace pocas semanas fuimos a visitar a su mamá
y a su papá, nuestros amigos. El dolor que viven no tiene alivio. También
conocí allá a una señora de edad avanzada, muy trabajadora ella. Su hija, que
algunas veces vimos, fue secuestrada y asesinada. Acompañamos a la señora y
tratamos de consolar a sus nietos que quedaron huérfanos. El dolor de la
pérdida de la hija, también madre, lo vimos inmenso. Y no hay alivio.
Tres mujeres asesinadas, dos de ellas
madres, dejaron en sus madres inmenso dolor. Lo más grave es que los crímenes en
que murieron no han tenido castigo. Prevalece la impunidad como telón de fondo
a la ola de violencia que se incrementó por la aplicación de la política
pública denominada “Guerra a la delincuencia organizada”. La justicia sigue
esperando. Y el dolor no tendrá alivio.
¿Cuántas madres mutiladas, por el asesinato
de sus hijos, va dejando esa política gubernamental? Ya debe terminar.
Título: México 2010, diario de una madre
mutilada
Autora: Ester Hernández Palacios
Editorial: Ficticia
Edición: Primera, junio de 2012.
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