El singular homenaje, con motivo de su
partida definitiva el jueves 17 de abril de 2014, que los mexicanos hicimos a
Gabriel García Márquez el lunes 21 en el exterior y solo caminando rápidamente frente
a la urna que contenía sus cenizas en el interior del Palacio de Bellas Artes
es una muestra del aprecio que se ganó con sus obras literarias y a favor de
resolver los conflictos, entre ellos su intervención ante el presidente de EEUU
William Clinton para distender las relaciones con Cuba.
En su natal Colombia también fue
homenajeado. Además del evento en la capital –Bogotá- recibió la calidez de sus
paisanos en su pueblo natal, Aracataca, donde nació el 6 de marzo de 1927.
Quizá el homenaje más intenso, múltiple y
variado fue el que recibió en las redes sociales de Internet como Facebook y
otros.
El mejor homenaje que puede seguir haciéndose
al ilustre escritor, creador del realismo mágico, es continuar leyendo su obra.
Ésta marca una época, la segunda mitad del siglo XX. Evolucionó de notas y
reportajes periodísticos llevados a ser libros muy atractivos a la novela que
recrea ambientes naturales e imaginarios del trópico y hechos solo creados por
su mente ágil y lucida.
Uno de los artículos que hacen recuento de
su obra se titula: Hay un Gabriel García Márquez para cada lector. Del mío,
recuerdo las lecturas que hice en los penúltimos treinta años. Es el creador de
extensos reportajes, novelas y biografía novelada. He aquí el pequeño recuento.
La
aventura de Miguel Littín clandestino en Chile: Se trata de un extenso reportaje sobre la incursión del
cineasta Littín a Santiago para filmar el transcurrir de la vida en la capital
chilena, incluyendo el propio Palacio de la Moneda y dar cuenta al mundo de
cómo ejercía el poder la dictadura sangrienta de Pinochet que usurpó la
presidencia a la muerte violenta del legítimo Presidente Salvador Allende.
Relato
de un náufrago: A su regreso a Colombia un
barco de la armada de ese país sufre los embates de la naturaleza, pierde parte
de su cargamento y algunos marineros de su tripulación caen al mar y quedan a
la deriva.
Uno de ellos, sujeto a algún objeto caído del barco, sobrevive en medio de grandes penurias y finalmente es arrojado por la marea a una playa colombiana. García Márquez tiene la encomienda de su periódico –El Espectador- de investigar lo sucedido y escribir un reportaje. Lo hace magistralmente y ese reportaje es publicado para las siguientes generaciones en un libro de una narrativa intensa. El día que terminé de leerlo, el diario publicó la noticia de la muerte del marino colombiano, protagonista del relato, el día anterior.
Uno de ellos, sujeto a algún objeto caído del barco, sobrevive en medio de grandes penurias y finalmente es arrojado por la marea a una playa colombiana. García Márquez tiene la encomienda de su periódico –El Espectador- de investigar lo sucedido y escribir un reportaje. Lo hace magistralmente y ese reportaje es publicado para las siguientes generaciones en un libro de una narrativa intensa. El día que terminé de leerlo, el diario publicó la noticia de la muerte del marino colombiano, protagonista del relato, el día anterior.
El
amor en los tiempos del cólera: Un
joven se enamora de una bella muchacha. Él es pobre y ella de familia rica. El
padre de ella, para evitar la relación se lleva a su hija a vivir fuera de la
ciudad, a una hacienda en el campo tropical. Cada un tiene su propia vida hasta
que se vuelven a encontrar ya viejos. Se ven, se atraen y viven el amor que de
jóvenes no pudieron. En un barco de vapor que surca un caudaloso río ella le
dice a él: Si vamos a hacer pendejadas,
hagámoslas de una vez.
Memorias
de mis putas tristes: Un nonagenario
pretende celebrar su cumpleaños número noventa acompañado, para tener
relaciones sexuales, de una adolescente. Visita a su amiga regenteadora de un
burdel y le dice su deseo. Ella le ofrece complacerlo a cambio de mucho dinero.
Llega el día esperado y el solo puede acompañar a la chiquilla. Los años le
pesan y mucho. Esta obra se ganó el repudio de muchas mujeres por su machismo,
sexismo y menosprecio al sexo femenino.
Cien
años de soledad: Es la obra cumbre de
García Márquez. En un pueblo del trópico se vive una y varias intensas
historias, de amor y de lucha. Una familia en la que hay relaciones entre tías
y sobrinos. Mujeres hermosas. Hechos insólitos. Todo en abundancia: la lluvia,
las mariposas amarillas, las plantaciones de banano. Y surge de pronto la
influencia anarco sindicalista de la Revolución Mexicana por medio de la
presencia de un amigo de Artemio Cruz –el célebre personaje de las novelas de
Carlos Fuentes- en apoyo a los trabajadores de la empresa gringa explotadora
del banano y de sus empleados. Es una obra literaria de un ritmo intenso. Y de
acuerdo a los escritores y críticos es la mejor obra de la lengua española en
los últimos treinta años.
El
General en su laberinto: Es una biografía
novelada de los últimos tiempos del General Simón Bolívar. Desde que deja la presidencia de Colombia
hasta su muerte. Es el peregrinar por el trópico del libertador sudamericano en
su ocaso. Abandonado y traicionado vive sus últimos días, acompañado sólo de
sus más fieles seguidores. Trayectoria a caballo y en barco surcando el río
Magdalena. Muere el General Simón Bolívar, libertador de Bolivia, Colombia,
Ecuador, Perú y Venezuela en el abandono.
No
vengo a decir un discurso: Se reúnen en este
libro las palabras que el célebre autor pronunció en diversas ocasiones de su
vida, desde la primera vez con motivo de la graduación escolar hasta el recibimiento
del Premio Nobel de Literatura.
Y haciendo el recuento, me queda mucho
pendiente por leer de la obra de este singular colombiano y mexicano, ciudadano
del mundo. Tuve la oportunidad de conocerlo y saludarlo. Aquí describo el
suceso:
Primero
de enero de 2009
Él
llegó y se acomodó en el palco de honor del Gran Teatro. Creí que lo había
visto. Eran las 5 de la tarde. Tercera llamada. Premiación a los mejores
artistas. Ballet de Celebración de los 50 años del Triunfo de la Revolución
Cubana. Intermedio.
Me
levanto y trato de ver hacia el palco de honor. Camino hacia adelante y me
encuentro con un grupo de periodistas. A uno de ellos, argentino, le pregunto:
¿Aquel que está en ese palco es Gabriel García Márquez. Si, es él. me responde
y camina presuroso y todos los demás detrás de él. Voy enseguida de ellos.
Cuando llego a las cercanías del palco lo han rodeado. Lo saludan y él
corresponde cordial. Muchos flashes. Finalmente puedo llegar ante él. Lo
saludo. Soy mexicano, de Oaxaca le digo. ¡Ah de Oaxaca! me responde. Me retiro.
Mi
hijo David guardó la imagen que conservo con grato recuerdo. Regresamos a
nuestros lugares y la función continuó en el Gran Teatro de La Habana.
El lunes 21 de abril acudimos en familia a
homenajearlo. Sólo pudimos caminar rápidamente frente a la urna que contenía sus
cenizas. Muy cerca estaban colocadas las coronas de los líderes revolucionarios
cubanos Raúl y Fidel Castro Ruz, menos cerca estaba la enviada por la Academia
de la Lengua.
Previamente al homenaje recorrimos las
librerías de libros usados de la calle Donceles del centro histórico de la
ciudad de México y nos proveímos de algunas primeras ediciones. En dos de esas
librerías tenían ejemplares únicos de la primera edición de Cien años de soledad. Diez mil pesos en
una de ellas y veinte mil pesos en la otra. Nuestro presupuesto no da para
tanto. Y pudimos reponer el ejemplar de la edición conmemorativa de la Real
Academia de la Lengua Española en nueve veces su valor original.
Gabriel García Márquez seguirá en nuestros
pensamientos. Los libros de su autoría son nuestra riqueza común. Y así
compartimos la vida con el hombre que nació en Aracataca, llegó y se quedó a
vivir en la ciudad de México hasta que murió. Y después de muerto e incinerado,
hizo que volaran miles de mariposas amarillas frente al gran Palacio de las
Bellas Artes.
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