La rebelión
interminable
Los héroes antes
de serlo son hombres. Es el caso de Benito Juárez. Así lo retrata en esta
biografía Pedro Salmerón. Afirma que no es el impasible cuyo rostro ha sido
petrificado en tantas y tantas plazas y tampoco es el ser anticlerical que
describen los fanáticos religiosos. Es un hombre que actuó conforme a sus
principios y en su circunstancia. El resultado de su acción, su obra, es la
consolidación del estado mexicano como una república liberal. Ese es su mérito
y no sólo de él, de todos los que lucharon con él contra todas las
adversidades.
El niño pastor de
ovejas en la serranía del pueblo de Guelatáo al partir de su lugar de origen,
parte de una forma de entender y ser en el mundo. Al llegar a la ciudad de
Oaxaca se introduce a un mundo que le había sido distinto. El estudio al que se
dedica con especial ahínco lo va transformando. Pasa por el seminario y migra
de éste al Instituto fundado por los liberales. Aprende y después enseña. El
niño serrano dejó de serlo a la vez que se transformaba en el abogado
intachable. Aprende la ley y con ella se rige. Y así rige el país cuando llega
al gobierno.
Las
circunstancias lo llevan fuera de Oaxaca. Llega a la capital de un país con un
territorio inmenso. Tiene que salir al exilio. En el exilio tiene mucho
acercamiento con otros liberales, se hace con ellos, se nutre de ellos. Y del
exilio regresa para unirse a la lucha. Regresa con modestia, esa modestia que
sorprende.
Llega a la
presidencia de la república por vía de serlo de la suprema corte de justicia.
Vive desde el poder presidencial la invasión extranjera. Guía la negociación y
obtiene victorias parciales. Y llega el momento de enfrentar la guerra de
intervención. Al frente de la república personifica a ésta. Y va con su equipo
de trabajo en su carruaje desde la capital hasta la frontera. Y allí resiste.
Resiste la disidencia y traición de sus propios compañeros. Junto con los leales
sale victorioso. Regresa a la capital. Al que pretendía ser emperador le aplica
la ley.
Es legado de él
y del grupo de liberales que encabezó el conjunto de leyes que son conocidas
como la Reforma. Se consolida la república separada de la iglesia y somete al
clero a la ley. Se crean entonces instituciones que siguen vigentes y son
vitales en la actualidad como el registro civil o la libertad religiosa.
Hay muchas
estatuas, bustos, esculturas, de todos tamaños en todos los rumbos de México.
Algunos monumentos están erigidos en su memoria en otras ciudades del mundo.
Uno de ellos me sorprendió por el texto de su placa: Al gran héroe de América,
presidente de México: Benito Juárez, la comunidad mexicana en Illinois, ésta ubicada en plaza de las
Américas en la Michigan Avenue de Chicago.
El mejor
homenaje que podemos hacer a Juárez y los liberales que lo acompañaron es
conocer su obra y hacerla vigente en la vida diaria como la laicidad del Estado.
El bronce, la piedra no necesariamente transmiten lo que fue su gran obra
republicana al inicio de la segunda mitad del siglo XIX.
Juárez es
omnipresente en mi vida: Nací en una ciudad que honra su apellido. En la
segunda y tercera ciudades que viví, lo hice en calles que llevan su nombre. En
la tercera ciudad en que residí, el fraccionamiento en que habité lleva por
nombre Reforma, la que encabezó Juárez. Y ahora mismo escribo estas líneas en la
Delegación que lleva su nombre en la capital de la República y veo la portada
del libro que hace varias semanas terminé de leer con el retrato que hizo de él
el pintor Francisco Toledo.
Título: Juárez,
la rebelión interminable
Autor: Pedro
Salmerón
Editorial:
Planeta
Edición:
Primera, tercera reimpresión, octubre de 2012.
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