sábado, noviembre 30, 2013

Juárez

La rebelión interminable



Los héroes antes de serlo son hombres. Es el caso de Benito Juárez. Así lo retrata en esta biografía Pedro Salmerón. Afirma que no es el impasible cuyo rostro ha sido petrificado en tantas y tantas plazas y tampoco es el ser anticlerical que describen los fanáticos religiosos. Es un hombre que actuó conforme a sus principios y en su circunstancia. El resultado de su acción, su obra, es la consolidación del estado mexicano como una república liberal. Ese es su mérito y no sólo de él, de todos los que lucharon con él contra todas las adversidades.

El niño pastor de ovejas en la serranía del pueblo de Guelatáo al partir de su lugar de origen, parte de una forma de entender y ser en el mundo. Al llegar a la ciudad de Oaxaca se introduce a un mundo que le había sido distinto. El estudio al que se dedica con especial ahínco lo va transformando. Pasa por el seminario y migra de éste al Instituto fundado por los liberales. Aprende y después enseña. El niño serrano dejó de serlo a la vez que se transformaba en el abogado intachable. Aprende la ley y con ella se rige. Y así rige el país cuando llega al gobierno.

Las circunstancias lo llevan fuera de Oaxaca. Llega a la capital de un país con un territorio inmenso. Tiene que salir al exilio. En el exilio tiene mucho acercamiento con otros liberales, se hace con ellos, se nutre de ellos. Y del exilio regresa para unirse a la lucha. Regresa con modestia, esa modestia que sorprende.

Llega a la presidencia de la república por vía de serlo de la suprema corte de justicia. Vive desde el poder presidencial la invasión extranjera. Guía la negociación y obtiene victorias parciales. Y llega el momento de enfrentar la guerra de intervención. Al frente de la república personifica a ésta. Y va con su equipo de trabajo en su carruaje desde la capital hasta la frontera. Y allí resiste. Resiste la disidencia y traición de sus propios compañeros. Junto con los leales sale victorioso. Regresa a la capital. Al que pretendía ser emperador le aplica la ley.

Es legado de él y del grupo de liberales que encabezó el conjunto de leyes que son conocidas como la Reforma. Se consolida la república separada de la iglesia y somete al clero a la ley. Se crean entonces instituciones que siguen vigentes y son vitales en la actualidad como el registro civil o la libertad religiosa.

Hay muchas estatuas, bustos, esculturas, de todos tamaños en todos los rumbos de México. Algunos monumentos están erigidos en su memoria en otras ciudades del mundo. Uno de ellos me sorprendió por el texto de su placa: Al gran héroe de América, presidente de México: Benito Juárez, la comunidad mexicana en Illinois, ésta ubicada en plaza de las Américas en la Michigan Avenue de Chicago.

El mejor homenaje que podemos hacer a Juárez y los liberales que lo acompañaron es conocer su obra y hacerla vigente en la vida diaria como la laicidad del Estado. El bronce, la piedra no necesariamente transmiten lo que fue su gran obra republicana al inicio de la segunda mitad del siglo XIX.

Juárez es omnipresente en mi vida: Nací en una ciudad que honra su apellido. En la segunda y tercera ciudades que viví, lo hice en calles que llevan su nombre. En la tercera ciudad en que residí, el fraccionamiento en que habité lleva por nombre Reforma, la que encabezó Juárez. Y ahora mismo escribo estas líneas en la Delegación que lleva su nombre en la capital de la República y veo la portada del libro que hace varias semanas terminé de leer con el retrato que hizo de él el pintor Francisco Toledo.


Título: Juárez, la rebelión interminable
Autor: Pedro Salmerón
Editorial: Planeta
Edición: Primera, tercera reimpresión, octubre de 2012.

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