viernes, mayo 15, 2015

El taller del pintor

Roberto Domínguez en su taller


Lo conocí el mes pasado, hace semanas. Charlamos en dos ocasiones saboreando sendas tazas de café. Hablamos de arte, de su arte. Me mostró algunas piezas de su trabajo. Botellas decoradas. Las reciclo, me dijo. Algunas las encuentro en la basura. ¿Cómo las decoras? Con marmolina y pintura de óleo. Son dibujos que evocan cuentos infantiles. Líneas que unen la tierra y el cielo. El mar y la tierra. Ríos. Un torrente de colores. Leyendas que me platicó mi abuela, me dijo.

Hace menos semanas me invitó a su taller. El atelier dirían los franceses. O así citan los libros de arte para referirse al espacio de trabajo de los pintores. Especialmente los que se congregaron en París en los últimos años del siglo XIX y primeros del siglo XX. Así, hoy estuve en el atelier del pintor.

Un espacio amplio. Paredes encaladas. Piso de cemento. Buena iluminación por una puerta ventana que da a un balcón al poniente. Y una pequeña ventana al oriente. Un lugar rustico en segunda planta. Suficiente para el trabajo del pintor. Buena ventilación. Tiene un caballete de dos metros de altura. Una mesa cuadrada. Una bolsa de marmolina, como si fuera cemento o arena para una construcción. Tubos de pintura de óleo. Pinceles. Y otras herramientas. En una cubeta guarda un buen tramo de loneta. Y una de las paredes está cubierta con los marcos cuadrados que, junto con la loneta, serán los espacios para el trabajo del pintor.

Las condiciones están. La luz entra y blanquea las paredes. La superficie de la loneta en el marco y éste en el caballete. Las botellas en fila sin orden en el piso. Los tubos de pintura sobre la mesa y en el cajón del caballete. Los pinceles. Todo dispuesto para el trabajo del pintor.

Él define y hace sus trazos sobre la botella o sobre la loneta.
¿Haz utilizado paleta? No, me contesta. No utiliza paleta. Presiona ligero pero suficiente el tubo y de éste brota la pintura del color requerido en suficiente cantidad sobre el pincel. Él va corriendo el pincel sobre el objeto. La loneta en su marco sobre el caballete o la botella. Es el pintor trabajando.

El pintor detiene su trabajo. Se va a su otro trabajo, del que obtiene su ingreso para su subsistencia diaria y la de su familia. Los pinceles, los tubos de pintura, los marcos y la loneta, las botellas y la marmolina quedan en espera. La luz queda. El espacio no queda vacío. Se quedan las obras terminadas y las obras en proceso del pintor. El caballete y los pinceles esperarán.

En tanto escribo esta breve reseña, recibo llamadas de mi hijo de La Habana. Uno de sus amigos mexicanos en la Isla tiene problemas económicos. Sirvo de puente para realizar la transferencia del dinero que le envía su mamá. Ella queda agradecida. Se dificultan las conferencias telefónicas. Una isla tiene sus dificultades para mantener la comunicación con el continente. Por fin puedo concluir.

El pintor volverá a su taller/atelier. Seguirá su obra. Hoy tuve una buena charla con Roberto Domínguez en su espacio. Sus pinceles y sus colores lo esperan.

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