domingo, abril 20, 2008

La maleta de mi padre

Viajar es una de las formas de conocer el mundo. Y se viaja con una maleta, tan grande o pequeña como la necesidad del viajero. También se usa una maleta para guardar recuerdos, algunos de viajes otros por diversos motivos.

El título de este libro corresponde al discurso que pronunció Orhan Pamuk al recibir el Premio Nobel de Literatura 2006 en Estocolmo, Suecia. Turco de origen y heredero de la cultura otonoma, nos lleva de viaje a su natal Estambul, donde ha residido desde que nació. Nos platica de las herencias que recibió de su padre.

Los padres seguramente tienen expectativas de los hijos, de lo que quieren que sean, muchas veces de lo que no pudieron ser ellos. Es el caso que nos describe con maestría Pamuk. Un día, su padre, con el que tuvo poca convivencia en su infancia y juventud porque viajaba y casi siempre estaba fuera de casa, le deja una maleta que el autor conserva por algún tiempo sin abrir. Otro día se decide a abrir la maleta y descubre asombrado que el contenido de ésta son cuadernos donde su padre escribió lo que su inspiración le decía en sus viajes, en habitaciones de hoteles. Su padre quiso ser escritor y no pudo serlo. Él autor reflexiona sobre la escritura, sobre las horas que pasa frente al papel en blanco y con la pluma en la mano para hacer sus textos. Se reconoce como el autor que llega a alcanzar eso que su padre anhelo, ser escritor, y que por varias circunstancias y limitaciones no pudo. Pamuk obtiene el máximo reconocimiento que en todo el orbe se otorga a los escritores, el Nobel de Literatura. Cuando tal premio, lo hace recordando su manera de escribir y las vivencias que su padre le dejo escritas dentro de una maleta, recuerda las vivencias con él. Pamuk dice:

...Veintitrés años antes de que mi padre me dejara su maleta y cuatros después de que a los veintidós decidiera dejarlo todo y convertirme en escritor encerrándome en una habitación, le entregué a mi padre con manos temblorosas una copia mecanografiada de mi primera novela Cevdet bey y sus hijos, ya terminada pero todavía sin publicar, para que la leyera y me dijera que pensaba. Para mi era importante obtener su aprobación no solo porque confiaba en su gusto y en su inteligencia, sino también porque mi padre, al contrario de mi madre, no se había opuesto a que yo fuera escritor. Por aquel entonces, mi padre no vivía con nosotros, sino lejos. Esperé impaciente su regreso. Cuando volvió dos semanas más tarde, le abrí la puerta a la carrera. Mi padre no dijo nada, pero me dio tal abrazo que comprendí que mi libro le había gustado mucho. Durante un rato sufrimos un ataque de ese silencio y de esa especie de torpeza que surgen en momentos demasiado emotivos. Luego, cuando nos relajamos un poco y empezamos a hablar, mi padre manifestó en un lenguaje excesivamente entusiasta y exagerado su confianza en mí, o en mi primer libro, y me dijo de repente y como si tal cosa que algún día me darían el premio que hoy recibo con enorme alegría.

Lo dijo no tanto porque lo creyera o para señalarme este premio como una meta, sino como cualquier padre turco que le anuncia a su hijo <<¡Algún día serás general!>>, para apoyarle y estimularle. Y durante años estuvo repitiendo esa frase para darme aliento cada vez que nos veíamos.

Mi padre murió en diciembre de 2002.

Distinguidos miembros de la Academia Sueca, que me ha concedido este gran premio, este gran honor, distinguidos invitados, me habría gustado mucho que mi padre estuviera hoy entre nosotros.

Escribo esta reseña y veo la fotografía de mi padre con mi hijo. ¿Cumpliré yo las expectativas de mi padre? ¿Lo hará mi hijo con las que yo tengo de él? De la segunda interrogante estoy cierto, de la primera tengo dudas.

Veo en una de las paredes de la casa la doble plana del diario que mandé a plastificar y colocar en un bastidor con un reportaje sobre las actividades que ha hecho mi padre en los últimos años, junto con otras personas, para contrarrestar la deforestación. Y su fotografía enmarcada junto con un retrato escrito que lo describe y sintetiza su ser en dos palabras: Sin límites. No se detiene, y es lo que destaca el diario, a su edad, ahora tiene 84 años, sigue trabajando todos los días como lo hacía desde joven.

Leer a Pamuk sobre su padre es muy grato. Y que él cumplió la expectativa que su padre tuvo de él es muy aleccionador. Me hace reflexionar sobre la relación padre hijo. Soy los dos a la vez. Cada persona es lo que recibe por herencia y la formación que tiene en su infancia. Cada persona es lo que decide ser al conocerse a si misma, al saber de sus talentos, de sus potencialidades y llega a ser tanto como su perseverancia, su dedicación, su entrega, su trabajo, su esmero.

Leer a Pamuk es de una gran enseñanza.


Título: La maleta de mi padre
Título original: Babamin Barulu
Autor: Orhan Pamuk
Editorial: Mondadori
Edición: Primera en México, enero de 2008.