viernes, junio 04, 2010

Cien años de soledad


Tanto tiempo, tantas veces iniciada la lectura e interrumpida por ene razones o sinrazones. Finalmente he concluido la lectura de la mejor novela de Gabriel García Márquez y, a decir de los críticos, la mejor obra de la lengua española escrita en los últimos treinta años.


Úrsula. Amaranta. Rebeca. Amaranta Úrsula. Remedios. Remedios, la bella. Petra Cotes. Santa Sofía de la Piedad. Meme. Pilar Ternera. Y cuántas mujeres en ese paraíso que fue, sí es que existió, Macondo. José Arcadio. José Arcadio, el hijo. Aureliano. Melquíades. Gerineldo. José Arcadio Segundo. Aureliano Segundo. Mauricio. Aureliano, el hijo de Meme. Y todos los otros señores, jóvenes y niños que habitaron ese pueblo inventado por García Márquez.


Mauricio Babilonia el mecánico que se hizo enamorar y se enamoró de la mujer más culta del pueblo. El gringo que probó los plátanos y luego, con otros gringos, transformó los campos en plantaciones del fruto para exportar, transportándolo en trenes de cientos de vagones. Esos mismos vagones en que transportaron a los tres mil trabajadores de las plantaciones ya muertos al ser reprimidos para tirarlos al mar y no dejar ninguna huella ni recuerdo de la rebelión obrera.


Aparece de pronto Artemio Cruz, el célebre personaje de las novelas de Carlos Fuentes, por medio de uno de sus amigos. Y así la rebelión de los trabajadores de Macondo se ve influenciada por las ideas anarcosindicalistas de la Revolución Mexicana.


Todo es en abundancia en la narrativa de García Márquez. El tiempo de lluvia, las inmensas cantidades de bananos cultivados y exportados, las bacinillas para las setenta y dos niñas amigas de Meme, la que interpretaba música culta con el clavicordio. Mariposas amarillas. Hormigas por miles.


Las relaciones entre parientes. Los hijos e hijas nacidos de esas relaciones. La sabiduría de Melquíades. La tenacidad del coronel Aureliano y sus treinta y dos guerras al frente de los liberales. Su enclaustramiento posterior para hacer y deshacer cuartos de cientos de pescaditos de oro. La dedicación al estudio de Aureliano Babilonia y su pasión con su tía Amaranta Úrsula. Y el fin de la dinastía Buendía.


Y mucho más, demasiado, bastante, harto, abundante, excesiva, rebosante es esta genial obra de Gabriel García Márquez, a quien tuve la oportunidad de saludar, en el Gran Teatro de La Habana, el primer día de enero de dos mil nueve después de la cinco de la tarde.



Título: Cien años de soledad

Autor: Gabriel García Márquez

Editorial: Diana

Edición: Primera, 29ª reimpresión, junio de 2000.



Macondo:





En el Gran Teatro de La Habana, 1 de enero de 2009


1 comentario:

Clarice Baricco dijo...

Disfruté mucho el libro, pero ahorita estoy disfrutando más la foto. Genial. Qué padre que lo conociste.


Ya no te vi después del evento de Pitol.

Abrazos.