domingo, diciembre 09, 2007

La última hora del último día

La selva veracruzana fue el refugio de un grupo de catalanes republicanos exiliados tras la Guerra Civil. La Portuguesa es el nombre que Jordi Soler pone en su obra a la finca cafetalera en la que vivieron, primero su abuelo y correligionarios españoles con sus familias, luego él, su hermano y la descendencia de los refugiados.

Soler nos entrega una narración de sus vivencias, cuando niño, en la finca cafetalera. La relación que él veía transcurrir de los exiliados con los empleados que laboraban en el cultivo del café, con los descendientes de los africanos que habitan en la población de Yanga, que el identifica como Ñanga, muy cercana al lugar. Y con los hombres del poder, que cada que querían amenazaban a los exiliados con expulsarlos del país, aplicándoles el artículo 33 de la Constitución.

Las relaciones con los negros de Ñanga, mexicanos de origen africano, con su abuelo y compañeros de exilio incluyeron una sesión de budú con el objeto de eliminar al dictador de España, Francisco Franco, a quien responsabilizaban de todas las vicisitudes que pasaban en su exilio.

El autor describe su aprendizaje del mundo en la finca, donde el único medio de contacto con el exterior era un aparato de televisión por medio del cual pudieron ver, entre otros eventos, el mundial de fútbol de Alemania en 1974, en el cual no participó México, tampoco España, adoptando ellos como su equipo el de Holanda porqué en ese equipo era una de las estrellas un jugador del Barcelona, de donde ellos provinieron.

La última hora del último día es una parte muy intensa de la narración de Soler, cuando describe los preparativos y el desarrollo de un festival de rock and roll, que por antojo del alcalde se tiene que efectuar en la finca cafetalera y que da lugar a lo que él denomina como la invasión, la incursión de miles de jóvenes jipis a la finca y a sus casas, destrozando y abusando de su tía niña, enferma mental, lo que transforma la vida en ese lugar.

De sus recuerdos de infancia y vivencias posteriores en torno a La Portuguesa, el escritor nos entrega una obra que pone de relieve la forma de ser no tan amistosa de los mexicanos con los refugiados, que encontraron en este país un lugar para vivir su exilio, ya que por su condición de extranjeros son frecuentemente asediados por los hombres del poder para extorsionarlos y obtener así beneficios.

Resalta el autor los contrastes entre la vida que llevaban los exiliados y sus familias y las mujeres y hombres que han habitado desde tiempos precolombinos esas tierras. La relativa buena forma de vivir de los primeros y la pobreza de los segundos. Aprende su familia y él mismo de los nativos y adoptan como suyas alguna de las formas de éstos para salvarse de las adversidades en la selva. Tal es el caso de la consulta y curaciones que les hace la chamana, a él inclusive cuando, en un viaje reciente, decide acudir a pedir su ayuda ante la ineficacia de los oftalmólogos de Barcelona.

Éste libro es una buena continuación de la novela anterior de Jordy Soler, Los rojos de ultramar, que publicó hace más de dos años. La vida en el exilio no se ve fácil, sino al contrario muy difícil, a veces increíble, como lo narra Soler, quien la vivió con su familia.

Título: La última hora del último día
Autor: Jordy Soler
Editorial: RBA, Colofón
Edición: Primera, octubre 2007.

En la imagen, un cafetal que sobrevive en medio de Córdoba, ciudad que Jordi Soler identifica en su obra como La Galatea.

Sobre la Guerra Civil en este blog:


1 comentario:

Clarice Baricco dijo...

Eficaz para reseñar libros.
Apuntada tu recomendación.

Abrazos amigo.